COLABORADORES: Borja Aróstegui, Daniel Alonso, Bárbara Ortiz.
MIRADAS
El Museo de Miranda desea mirar y ser mirado. Desea ser un observatorio, un espacio activo y dinámico, un edificio estratégico que cumple las funciones de educar comunicar y conservar, de ahí sus múltiples facetas. El edificio no tiene frente, lateral, o parte trasera, su forma invita a explorarlo libremente, a mirar en todas direcciones, tanto desde el exterior como desde el interior.
Al recorrerlo, el edificio nos aporta un conocimiento panorámico del lugar. Desde sus salas se ve físicamente lo que en ellas se expone e investiga en profundidad. El ámbito de exposición permanente se fragmenta en numerosas estancias, todas ellas inmersas en un recorrido espacial que se inicia en la planta última, en una gran sala con una impresionante vista sobre la ciudad antigua. A continuación se desciende a la sala que mira al río Ebro y al área ferroviaria, y desde ésta -por la escalera en doble nudo- al conjunto de salas en torno al vacío central. La articulación del recorrido expositivo da lugar a largas perspectivas del interior y de la ciudad desde distintas alturas y en diferentes direcciones.